Mi cómplice colabora conmigo para paliar momentos de soledad. Ella y yo captamos imágenes para después comentar juntos la escena. Yo observo las cosas y apretó el botón. Ella recoge el momento y le pone bellos colores, tal vez más bellos que en la realidad. Al final, cuando ella duerme en su bolsa, siento una especie de anemia de besos y un principio de cáncer de olvido.
Menos mal que siempre hay alguien que nos acompaña.
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