Me acerqué a él con la excusa de alabarle los grandes limones de su árbol, que resultaron ser limas. En silencio caminó hacia el y arrancó un par de ellas y me las entregó con cara de felicidad, no se lo digas a nadie, que después me pide todo el mundo -me dijo-. Le dejé que siguiera podando parras y me largé con mis limas.
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1 comentario:
La felicidad de las cosas sencillas...que bonito.
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