Ocurría en el mismo instante, mientras una piragua se deslizaba silenciosamente sobre el agua, un barco cargado de fervorosos adictos a los machacones ritmos de la música tecno, o house, o de otro nombre que desconozco, con la penitencia añadida de convertir su sangre en alcohol para aplacar la ira del dios Sol que amenaza con seguir calentando la tierra, rompían la paz desde el horizonte de Sa Conillera hasta la playa de Cala Gració donde yo estaba sentado con mi cámara. Entiendo que para un giri veinteañero, estar sobre un barco en alta mar con una botella en la mano danzando sobre la cubierta como un poseso ante la magnificiencia del inmenso rojo anaranjado sol es una experiencia religiosa única, pero…no podrían bajar un pelín el volumen de la música, los de la playa no podíamos escuchar el mar.
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3 comentarios:
Habría que hacer leyes sobre el volumen en los barcos de guiris. :-)
y no se hundira no...
ya queda poco.
Excelente
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