Tal vez sea una de las casas de campo ibicencas más fotografiadas de la isla. Y bien se lo merece. Sus irregulares líneas y marcados desniveles, su horno, sus chimeneas, sus canaletas, sus paredes, todo se dispuso con las más elementales leyes payesas de construcción, sin arquitectos titulados, sin diseñadores de élite, sin maestro de obra renombrado, únicamente la sabiduría ancestral para construir sobriamente lo necesario y útil para vivir y disfrutar del entorno.
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