Bajo los restos enseñados ayer, unas escaleras de cemento te llevan hasta el mar. La vergüenza de ayer se convierte en rabia impotente hoy. Toneladas de cemento fueron arrojadas desde arriba del acantilado para rellenar un rincón salvaje de rocas bañadas por el mar con la pretensión de privatizarlo y convertirlo en un chiringuito para fiestas particulares.
El mar, poco a poco, está recuperando su lugar, pero tardará muchos años, de momento el cemento sigue allí para que nuestros ojos y los de los turistas admiren nuestra capacidad de permitir que la naturaleza se destruya y que los causantes queden impunes sin volver a dejar el lugar como estaba anteriormente.
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1 comentario:
Quina destrosa mes terrible!!! No hu he vist encara mai, i ne sé si hu vui vora-ho!!!
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