28 de mayo de 2009

CONCIENCIA ECOLÓGICA







La conciencia ecológica hay que cultivarla, se requiere en principio un cierto amor a la naturaleza y se aprende adquiriendo conciencia de qué y cómo se le puede hacer daño para tratar de evitarlo. Tirar una lata en el bosque es fácil y aparentemente gratuito, pero no es así, el precio a pagar es alto, cada persona a la que le sea indiferente tirar o nó esa lata es potencialmente el mismo que no recicla, que derrocha agua, que malgasta energía, que no respeta el medio ambiente,..., en definitiva, que los demás le traen sin cuidado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leyendo a Abentofail (filósofo español del siglo XII) me impacto su planteamiennto de “la doble verdad”, la verdad moral y la verdad científica. A partir de el, descubrí el papel fundamental e imprescindible que han cumplido las religiones en el progreso humano.

Ahora se da ese proceso del que Abentofail habla (posteriormente descubrí que Aristóteles y otros ya habían hablado de ello, pero a el lo vi primero), en el Algorianismo y su religión del “Cambio Climático”, que como cualquier otra religión tiene su particular Inquisición con sus Autos de Fe y excomuniones, para todo aquel que se atreva a discrepar en voz alta.
Pero aunque partiéramos de un Dios inexistente, la moral que pretende implantar es imprescincible, sin una moral ecológica no tenemos futuro.
China (1.500 millones de habitantes) e India (1.100 millones de habitantes) se incorporan ¡ya! al proceso del consumo.

Ni las religiones Bíblicas ni las Marxistas, tenían conciencia de la finitud del medio en el que se produce la vida y centraron sus filosofías en el progreso y defensa de esta pero no en el soporte donde esta se desarrolla.
El Catolicismo ya esta en proceso de incorporar el pecado ecológico en su moral.

Beni

Josetxo de Alza dijo...

Acertadísimo el comentario de Beni que suscribo casi en su totalidad. Ojo con el "buenismo" beato de una visión idílica del medio que nos soporta. Indira Gandhi dijo en cierta ocasión que "la peor contaminación es la del hambre". Añadamos que es necesario parar el "uso abusivo" del medio. Sin embargo ceder ante la tentación de transformar esta necesidad en un nuevo polo ritual (incluso lingüístico) es clonar definitivamente el instinto social que acaba en "creencia". Para evaluar el impacto del ser humano en el medio que lo sustenta esta la ciencia. Pero a su vez la ciencia no está exenta de perversiones morales. Es un debate interesantísimo que nos lleva fuera de "la lata en el campo". Seamos más limpios, pero no caigamos en paradigmas finmundistas. Hay que seguir alimentando y ayudando a Ocho mil millones de habitantes. Parar en seco nuestro desarrollo "tecnológico" por religión podría ser el primer pecado moral de la ciencia. Encantado, Beni. Josetxo.