16 de diciembre de 2010

VEDRÁ Y VEDRANELL







Un día primaveral de diciembre,sentado en una roca, los pies en el mar, todo parece inmóvil, incluso el mar, donde, dicen, hay más vida que en la tierra. Sobre mí sólo gaviotas, y cielo.
Preparado para el espectáculo, más bien, para el acto final, la función se repite día a día. Cuando el sol inicia su vertiginoso descenso, efecto óptico de su huída, su luz se debilita lentamente para permitir a mis ojos mirar sin deslumbrarse. Se redondea y anaranja cada vez más nítidamente, es otra ilusión de la luz. Se acerca el momento crucial, como cuando dices "te amo" a una mujer, a partir de ahí juega al escondite tras la tensada cuerda del horizonte. Sólo dura minutos, es el fin que esperábamos fuera el principio, pero es el fin. Como en el amor, después de decir "te amo" ya no se puede amar más, pero al día siguiente habrá otra puesta de sol, y otro "te amo". Escondido nos ofrece colores imposibles, como para compensar su huída a otro lugar. En esos momentos no necesitaba a nadie...pero me hacía falta tanta gente. Es un instante que no se puede trasmitir, es imprescindible estar allí en cuerpo y alma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito lo que dices y como lo dices.
Montse

Carlos dijo...

Se por experiencia que hay que estar ahí para sentirlo pero leyendote es casi como si estuviera de nuevo por allá. Saludos