18 de junio de 2006

CARTA XXXI


¡Qué complejos somos incluso para nosotros mismos!
Yo hace días que estoy enfadada conmigo misma. He decidido llevar a cabo un leve pero rotundo auto-sabotaje…
Y es que el mundo se me hace infinito demasiado a menudo, entonces intento alcanzar lo máximo por lo que todo se me escapa y me encuentro con los brazos vacíos y agotados por un sobreesfuerzo que tiene más de imagen social que de inyección interior.
Mi motor me pide calma, conciencia en lo que haga y no demasiadas cosas, poquitas pero reales y deseadas.
Ocurre que, alguna que otra vez, el espejo se burla de mi humanidad imperfecta y única; tiene las artimañas suficientes para hacerme creer vencida y me convence para salir corriendo tras todo lo que se me presente (cursos, oda, maquillaje, actos culturales, reuniones sociales,…)
¡Qué sonrojada me pongo ante mi alma- si está aquí conmigo, no lo sé con certeza- cuando el agotamiento frustrado es mi único logro!
Ella me pregunta, maternal, quién quiero ser… Es uno de mis grandes momentos secretos; lloro para comprender el lenguaje de mis sentimientos y me abandono al regazo de los sueños. Todo vuelve a tener las pinceladas que me activan la esperanza.
Así dejo de importarme tanto y salgo al mundo para vivir en él.

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