27 de agosto de 2006
CARTA XLI
Tardo demasiado en escribir… es mi debilidad en todos los sentidos… si hay papel y boli… se me queda en cueros el alma… y eso últimamente se me hace cuesta arriba.
Tengo resaca de dolores que no dejé que se manifestaran cuando ellos quisieron gritar. Amordacé su presencia y ahora que me he quedado quieta para mirarme, ya no puedo ignorarlos porque estoy flaquita de fuerzas y ellos, en el silencio, se han fortalecido asombrosamente. ¡Soy mi propio experimento!
¡Qué laberínticos podemos ser para nosotros mismos!
La gran paradoja es que la vida, a expensas del ser humano, es sencilla.
Llevo varios meses asumiendo un duelo que me trastoca.
Me despido por dentro de estos últimos años. En realidad es un entierro para mi interior. Queda la lápida como recuerdo de todo lo que pudo ser y no fue.
Deposité todos mis sueños en lo que yo era con Luis y con la Asociación. Se fueron marchitando, a veces con esa lentitud adictiva e hipnótica; en otras ocasiones con vertiginosos golpes de realidad.
Creía que todo lo negativo estaba en mi mano cambiarlo.
Me he esforzado hasta abandonarme por completo.
La culpa, hoy, se encarga de machacarme… pero, por fin, me he dado cuenta de que mi vida es mía y me la debo.
Soy una ingrata al no aprovechar toda la belleza que el instante me pone en bandeja.
Todavía, sin embargo, me siento muy cansada.
El día 30 acabará en la Asociación… y estoy asustada, ¡justo lo contrario a Sari, que se come el mundo con su ansia de superación!
Las etapas tristes de mi vida cortita siempre me han enseñado cosas importantes.
No temo la melancolía ni la soledad pero sí me asusta perderme, malgastar mi tiempo en búsquedas erróneas porque yo me engañé a mí misma.
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