13 de agosto de 2006

CARTA XXXIX

A mi modo, yo también he hecho un viaje…en mi caso, ha tenido poca luz y muchos subterráneos. Durante muchos meses me fui adentrando en mi propio interior.
¡Qué laberintos más entrampados había levantado durante estos dos años en contra de mi propia inmersión!
Viví durante interminables meses en la soledad más abrupta. Era el abandono diario de mi misma.
Sé que cuando me veías te resultaba difícil encontrarme. He estado absorta en mi vergüenza. No quería desprenderme de mi fe en un amor desatinado.
Si al menos hubiera existido una parcela en la que mereciera la pena quedarse, una de esas parcelas que compartía con Luis… ni siquiera el sexo o la amistad tenían cimientos…
No es lo mismo saberlo que comprenderlo, tomar cartas en el asunto supone creerse de una vez por todas que la razón no está engañándonos porque está respaldada además por el corazón maltratado.
Ahora puedo contarte cómo fueron mis pequeños monstruos elegidos…pero antes de ser valiente hace falta el silencio…
Transmitía mi desolación pero no podía hacerla demasiado explícita porque no me podía mover de allí, no estaba preparada para conocer las verdaderas dimensiones de mi dolor voluntario.
Todavía no me comprendo bien… ¿Acaso hice mucho mal en mis vidas pasadas para ser capaz de prolongar tanto tiempo relaciones tremendamente destructivas? ¿Estoy cegada por la fe en que las personas con amor pueden sacar lo más hermoso de sí mismas incluso cuando ellas mismas lo desconocen? ¿No me considero apta o merecedora de un amor como el que sí soy capaz de soñar?
Estoy triste y me encanta esta emoción reflexiva. La acojo algún día, nunca seguidos más de dos para que no me cree adicción…
Cuando me miro ante el espejo veo mis fallos y si pienso con detenimiento no son físicos, los físicos (una arruga más, la piel mal cuidada, el pelo demasiado alocado, las manos agrietadas, las piernas…feas…) tienen siempre una trascendencia interior. Mi arruga me lleva a pensar en qué sufrimiento la ha causado, la piel me explica que estoy añadiendo páginas al libro de mi experiencia vital, el pelo me recuerda que no me sé cuidar bien y que debo prestarme un poquito más de atención…
No soy capaz de escribir. Todavía es muy pronto. Aún recuperándome a mí misma. Con Luis no tenía un espacio a salvo en el que pudiera dejar a mis secretos íntimos alzar la voz.
Caminaba por la casa con la mochila a cuestas y el diario siempre escondido en ella.
De tanto cargar el peso de la mochila, se me agotaron las palabras escritas y también las ganas de volcarme en un papel cuya confidencialidad quedaba al albedrío de la buena fortuna.
Todavía no sé muy bien dónde me encuentro. Algo da coletazos por dentro… creo que son mis sueños, se están espabilando aunque hasta ahora son muy leves sus rastros en mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como me duele, el abandono que he podido mostrarle, inconscientemente, y siempre, porque era lo que ella necesitaba...