La vida está llena de pequeñas rutinas que nos hacen la vida más fácil, pero es sólo una apariencia momentánea, la historia mágica de un momento concreto que no pasará a la Historia.
“Yo sin café por las mañanas no soy persona.”, me decía un amigo.
“Yo me ducho siempre al levantarme.” “Pues yo a la noche”.
La misma silla en la mesa. El mismo lado de la cama. Ropa de un estilo determinado. Peinado calcado al del día anterior…
Funcionar de forma casi automática para evadir interrogantes que serían cotidianamente absurdos. ¿Dónde me siento hoy?, ¿Me hago la raya a la izquierda, a la derecha, en el centro, o los pelos de punta?, banales preguntas en principio pero que sin la rutina podrían convertirse en un drama.
Pero qué pasa cuando nos pica la inconformidad y decidimos romper rutinas, pues que nos damos cuenta de que algunas rayan la más absoluta dependencia, una esclavitud encubierta, una drogadicción que nos parecía superficial, dominable, prescindible, cambiable, y que nos resulta una cárcel para nuestra voluntad. Entonces te preguntas y te respondes: ¿Para qué voy a cambiar?, yo soy así. Y comienza el principio del fin. La muerte de la vida empieza en el momento en que dices: “Yo soy así”. Entonces ya no te permites caminar.
“Yo sin café por las mañanas no soy persona.”, me decía un amigo.
“Yo me ducho siempre al levantarme.” “Pues yo a la noche”.
La misma silla en la mesa. El mismo lado de la cama. Ropa de un estilo determinado. Peinado calcado al del día anterior…
Funcionar de forma casi automática para evadir interrogantes que serían cotidianamente absurdos. ¿Dónde me siento hoy?, ¿Me hago la raya a la izquierda, a la derecha, en el centro, o los pelos de punta?, banales preguntas en principio pero que sin la rutina podrían convertirse en un drama.
Pero qué pasa cuando nos pica la inconformidad y decidimos romper rutinas, pues que nos damos cuenta de que algunas rayan la más absoluta dependencia, una esclavitud encubierta, una drogadicción que nos parecía superficial, dominable, prescindible, cambiable, y que nos resulta una cárcel para nuestra voluntad. Entonces te preguntas y te respondes: ¿Para qué voy a cambiar?, yo soy así. Y comienza el principio del fin. La muerte de la vida empieza en el momento en que dices: “Yo soy así”. Entonces ya no te permites caminar.
1 comentario:
¡si todos pudiéramos mantener despierta esta idea! ¡qué diferentes seríamos! Necesitamos tanto de una identidad cargada de manías, de pequeños rituales enfermizos, de neuróticos hábitos prescindibles y no por ello transformados,...que definirnos más allá de ellos se convierte en un verdadero reto, en una disyuntiva sobre nuestra esencia. Casi nadie estamos preparados para interrogarnos sobre quien habita en nosotros más allá de todo esto...porque entonces dejarían de ser importantes demasiadas cosas superflúas que nos dan anclaje en el suceder diario: nuestro desayuno, nuestra colonia, nuestro supermercado, nuestras zapatillas preferidas, nuestro color predilecto...Trampantojos en contra de nuestra esencia pero, al fin y al cabo, de un poder asombroso como el que tienen los microorganismos ante todos los seres de apariencia superior (el tamaño)
Me gusta tu pelo ahora...está más revuelto, más libre, más acaracolado...a las flores seguro que también les gusta más...
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