24 de noviembre de 2006

MADRUGAR


Siendo todo tan relativo llamaremos madrugar a cualquier hora que el reloj marque antes de las ocho de la mañana. Yo nunca he madrugado en periodo de trabajo, en vacaciones sí.
En mi época de currante oficinista me bastaba con despertar a las ocho y media para estar sentado en mi silla a las nueve. Un privilegio.
Cuando viajo por otros lugares, la cama lo justo, para descansar ya tengo mi casa.
El asunto va de levantarse temprano cuando no tienes obligaciones ineludibles que cumplir, o sea cuando no tienes lo que llaman trabajo, aunque no pares de hacer cosas.
El otro día hablaba de planificar, pues bien, las mañanas desprogramadas no me gustan. Por la mañana la casa no me habla, no soy amo de casa vocacional. Lo que si me gusta es mirar el cielo recién levantado y cambiar de planes según de donde venga el viento.
Mi vida de free-lance de los últimos años me permite llevar varios proyectos a la vez y marcarme mis propios plazos de ejecución.
Ahora me absorbe la fotografía, en otros tiempos la pintura, pero siempre desglosando con pluma reflexiones en papel. Es una buena mezcla aunque a veces complicada de coordinar cuando tratas de hacerla rentable para vivir. Todo lo que se acerca al arte necesita dedicación exclusiva y bastante locura, y eso no es compatible con una cuenta bancaria tirando a rojo.
Me estoy desviando de los madrugones, quería decir que despertarse por la mañana sin encarar el día con el ánimo necesario para afrontar lo que te echen, es jodido. Yo, por eso, estoy aprendiendo a apreciar y disfrutar de las cosas más sencillas de la vida, levantarse sonriendo, desayunar sin prisas, pasear un ratito, y por la tarde…ya veremos.
Pero eso es un privilegio único de los parados oficiales.

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