17 de septiembre de 2006

CARTA XLIII

No me asusta la muerte… ¡va a atreverse conmigo por mucho que intente convencerla de que soy un fichaje decente para la vida!
Temo la vida pues en ella hay auténticos infiernos…y los milagros suelen ser tan humildes que nos rozan discretamente y no nos hemos percatado de su fuerza mágica.
Han pasado muchas cosas y también los años…y sin embargo tengo la misma maleta que usé al venir a la aventura mallorquina…pesa un poquito más porque la he cargado con papeles y más papeles, las auténticas huellas de que he estado aquí.
No sé muy bien hacia dónde ir…ahora no tengo los destinos de mis sueños demasiado lúcidos. Va adquiriendo nitidez el pasado esfumado…tiene en este momento el rasgo aleccionador que preciso para de una vez por todas aprender a agitar las alas, sin mirar si hay o no espacio en el lugar en que me apetezca hacerlo.
Mi mundo tiene síntomas de agotamiento y también inesperadas chispas de cosquilleantes destellos…mi mundo es como cualquier otro universo individual. Una balanza haciendo malabarismos por mantenerse en equilibrio…
Todo aquello en lo que creí está quitándose la atracción escaparatista y poco a poco emerge lo que hay detrás, en los desvanes que nunca se vacían, que van llenándose más y más de secretos y vergüenzas, de temores y emociones contenidas.
La asociación, los papás, los niños, los terapeutas, la amistad, el amor,…a veces tienen tanto peso y otras son tan volátiles, tan fútiles…
No sé demasiado bien quién soy, amorcito, y tampoco tengo claro si ya es edad para saberlo o si la búsqueda interior es como el rayo que no cesa…hasta que la lápida decida el punto y final…
Los años aquí apostados me han servido para caminar, para saber que puedo hacerlo, que no importa el terreno en que me mueva si deseo hacerlo…
¡Qué raras son las vistas desde la distancia!
Todo adquiere otro sentido. La añoranza va aflojándose para poder sobrevivir sin demasiada melancolía y se levantan muros…te planteas las ventajas de una vida alejada, solitaria, sencilla, sin respaldo ni protección pero sin compromisos ni deudas…y aprendes a creerte mejor, o, al menos, feliz.
El corazón necesita de los brazos, de los labios, de los tiempos de reloj acelerado…No basta el teléfono o la carta…no se conforma con el pensamiento…El corazón es corpóreo, tangible y por eso es carnal y pide carne, pide cuerpo, pide alimento palpable.
Os echo mucho de menos. Aquí no soy nada de lo que fui en Ibiza: ni buena estudiante, ni buena niña, ni…soy sólo otra transeúnte de las calles agigantadas…El anonimato que salva y también condena…
En Mallorca se vive aire cosmopolita…No queda tiempo para ser hogareño, para tener un sofá y una tarde que ofrecer a un amigo…La competitividad marca la aceleración de la mayoría de las personas. Nunca nada es bastante porque seguramente otro estará haciendo aún más… ¿Qué hago aquí? ¿Qué hay en esta isla, en esta capital, que me atrae y me atrapa?
Pues…eso…creo…la desindentidad…me envuelve y me rescata de todo lo que es obligado a excepción del trabajo, que, por cierto me ha invadido hasta las horas de sueño…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eso no es justo para ti mismo, Miguel. Las personas que más sienten suelen ser las de menos palabras porque la profundidad de sus emociones no puede quedarse tan sólo en letras, va mucho más allá y lo único cercano a la expresión de sus intensas experiencias interiores es el silencio...¿cómo se mide lo que sentimos?

Jenny dijo...

A mi me pasa igual. Veo tanta verdad en estos textos, lo veo como realidad, y no entiendo por que yo no soy capaz de expresarme así. Pero se que yo tendré otros dones y haré llegar al mundo mi verdad de otras formas. Lo importante es verlo, sentirlo, vivirlo y serlo.