1 de octubre de 2006

CARTA XLV


De repente las arrugas empiezan a tener sentido. Me dicen que ya he cerrado capítulos, ¡que los he vivido!, ¡que he escrito muchos renglones en la perfecta memoria inconsciente!
De repente me doy cuenta que el ayer me carga de sentidos, me recarga en mi reconocimiento de serme, de existirme. Y si miro hacia delante lo hago con todo lo que he recogido en mis años de locura empeñada en el amor desbocado…, porque no era solamente un bocado hambriento de niña-mujer idealista y corpórea…era…ha sido una resta tras otra, un des-bocado y otro y otro… ¡Si al menos quedaran plasmados sus hurtos interiores en la piel podría saber mejor por qué, con tanta asiduidad, me desencuentro…Pero no me voy a des-teñir. Pienso y quiero sorber los colores del mundo, emborracharme de luz, ser colorismo trotamundos.
La sonrisa no se alquila, sin embargo, y la paleta de colores no quiere ofrecerse a quien no sigue con la graciosa mueca de la juventud fresca, de la madurez bondadosa y liberada.
¡Me tengo que desarmar para encontrar en qué hueco o rendija se me cayó el júbilo sosegado!

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