El pasado sábado, mientras esperaba a Manu para ir a comer Sofrit payés a Cala Conta, me colé en un pequeño huerto para fotografiar a mis queridas hojas rojas de un caqui.
Cuando apuntaba con mi arma apareció un viejecito payés y yo, separando el objetivo de mi ojo, le pedí permiso para seguir apuntando a su árbol. Se acercó a mi con las manos en posición de rezar hablando bajito, “perdóneme usted que le moleste”, carai!-le dije- soy yo el que está en su casa, perdóneme usted por haber entrado. El, como si no me oyera, siguió a lo suyo: “Admiro mucho a las personas que hacen fotos a los árboles, perdóneme si le he molestado”. Y dale!, soy yo el que ha estorbado su paz, “gracias por visitarme”, siguió sin escucharme, “pase a mi casa que le daré una botella de vino payés hecho por mí”, ¡encima! Pasé a verle a un pequeño almacén donde estaba rellenando las botellas, ¡dos!, y casi sollozando me seguía agradeciendo la visita, me ofreció que me llevara lo que quisiera de su huerto, me acompañó hasta la carretera y nos despedimos como si nos conociéramos de toda la vida.
Me encanta hablar payés con la gente mayor del campo. ¡Qué bondad y sencillez!
Cuando apuntaba con mi arma apareció un viejecito payés y yo, separando el objetivo de mi ojo, le pedí permiso para seguir apuntando a su árbol. Se acercó a mi con las manos en posición de rezar hablando bajito, “perdóneme usted que le moleste”, carai!-le dije- soy yo el que está en su casa, perdóneme usted por haber entrado. El, como si no me oyera, siguió a lo suyo: “Admiro mucho a las personas que hacen fotos a los árboles, perdóneme si le he molestado”. Y dale!, soy yo el que ha estorbado su paz, “gracias por visitarme”, siguió sin escucharme, “pase a mi casa que le daré una botella de vino payés hecho por mí”, ¡encima! Pasé a verle a un pequeño almacén donde estaba rellenando las botellas, ¡dos!, y casi sollozando me seguía agradeciendo la visita, me ofreció que me llevara lo que quisiera de su huerto, me acompañó hasta la carretera y nos despedimos como si nos conociéramos de toda la vida.
Me encanta hablar payés con la gente mayor del campo. ¡Qué bondad y sencillez!
4 comentarios:
¡Que suerte!, mira que quedan pocos, la gente se ha vuelto muy desconfiada...
Trabajé con abuelas y abuelos de la tercera edad, algunos solo hablaban payés, así que no me quedó otra que hablarlo (yo solo lo entendía, no lo hablaba). Me lo pasaba muy bien, me contaban mil historias.
Salu2.
¿Por qué no le hiciste una foto al payés?
¡jo, cariño! ¡vaya! gracias por contárnoslo. Es una dulce bofetada, un vaso delicado de agua helada cayendo por la espalda, a la locura individualista que casi todos vivimos cada día.
En una ocasion cogi un par de brevas de una higuera mientras pasaba un payes con su tractor y al vernos nos saludamos. Una semana despues la higuera estaba vallada con todas las brevas en el suelo. Unos meses mas tarde toda la finca vallada.
Este payes con el que te encontraste es una excepcion dentro de esta isla que no es mas que una carcel sin techo llena de alambradas.
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