23 de noviembre de 2005
TRISTEZA
Me gusta sentir lo que siento aunque sea eso que llaman tristeza.
Antonio, un personaje de “El mercader de Venecia” de Shakespeare, decía: “Tengo al mundo por lo que es, Graciano: un escenario donde cada hombre ha de desempeñar un papel, y el mío es triste.”
A lo que Graciano respondió:”Permíteme hacer de gracioso. Con alegría y risa vengan las arrugas de la vejez, y que antes se me caliente el hígado con vino que mi corazón se enfríe con gemidos mortificantes.”
La alegría se disfruta. La tristeza se vive.
Me entristece un bosque quemado. Me entristece una ballena arponeada. Me entristece una carretera llena de coches. Me entristece un niño embobado frente al televisor. Me entristece que alguien duerma en la calle. Me entristece una jeringuilla clavada. Me entristece que los ricos repartan hambre. Me entristecen tantas cosas que he aprendido a dar sentido a la tristeza. Incluso he creado una especie de tristeza alegre, casi una tristeza feliz, una tristeza que no se confronta con la alegría, la complementa.
Si la tristeza te revuelve el estómago, trata de digerirla alegremente. Si es necesario regurgítala, no te la quedes dentro, alégrala.
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