12 de diciembre de 2005

CARTA (V)


No me puedo explicar, así, como se me flexibilizan los márgenes ideales del amor palpable, por qué Luis responde ahora a lo que siempre ha anhelado mi corazón.
Despierto, jugando a ser reales, se le escapan excesivas desavenencias contra mi platónica guarida, pero basta un acierto, una coincidencia exacta para dispararme la fe absoluta en quienes somos entremezclándonos los dos.
Si se atreve a detener su ritmo acelerado de cotidianeidad novedosa y me mira, entra en todo lo que silencio.
Nunca sentí que me recorrían los párpados desde dentro.
Las noches lo delatan. Cuando pierde la conciencia, se le desnudan los miedos... Incluso sus sueños hablan en voz alta.
Me completa el mañana... Siempre tenté los futuros de mis atrevimientos con un alguien caudillo de una causa limpia, generosa y olvidada.
Luis iza la bandera de los niños x-frágil. Amo su capacidad de amarlos.
Llega, agotado de trabajar con ellos, y se sienta ante su ordenador para seguir investigando... Yo aguardo el abrazo del sueño. No antes tendré su atención. Admiro su entrega.
Sabe que quizá no logrará demasiado. Los dos sabemos que siembra para siempre.
No es capaz de amarme, ni de amarse a voz en grito... pero, cerca de mí, siento que me quiere.
Es extraño pero no necesito que me lo diga para entenderlo.
Me acecha un miedo del que tanto tiempo antes me burlé. El temblor, aún de baja intensidad, de entregarme sin reservas y perderlo.
Quizá mi flaqueza tenga esa válvula de escape: la sombra tenue de una soledad indemostrable todavía.
Soy torpe por atender a este pavor famélico. Aprendí, de ti, de los años, de la literatura,... que el Amor está en uno mismo, independientemente de la ausencia o no de la persona que excusó su inicio.
Sigo,... hacia un rumbo... que ya se encargarán de marcarme los años que me quedan...
Mi auténtica preocupación es dejar de preocuparme.
No quiero vivir en el estrecho margen del día a día porque me perdería todo el resto del mundo que no soy yo.
¡Qué incongruente es la existencia humana!
La calle de un barrio antiquísimo entremezcla a yonquis y vagabundos con elitistas abogados, elegantes funcionarios y otros tipos de caras carteras y trajeadas “pintas”.
Otra vez me pillo los dedos con puertas que no se ven.
Hace dos días todo era asombroso. Los dos últimos se tintaban con un gris inesperado y sin esperanza.
¡Qué antagónicos pueden ser los instantes!, o ¡Qué contrario un latido de otro!
Hace horas que he dado nuevas volteretas. Me doy cuenta que vivo al filo de las emociones.
Siempre se filtran, luego, en mi reflexión pero, humanamente, hay algo o mucho que suele escapárseme.
M e encuentro incapacitada, en momentos crudos, para calmar tanto dolor o cualquier suplicio humano. ¡Me falta tanta sabiduría de libros y de años! El tiempo no me concede una pausa, para que me entrene con destino a vivir. ¡Que va!
Somos lanzados con la torpeza de la ignorancia-que dura todo el recorrido vital- y la inexperiencia que puede reducirse a peor.
Luis me empuja continuamente a los extremos y siempre me sitúa en el centro para que decida mi inclinación.
Me pone a prueba. Así conoce mis límites y mis razones, ¡Parece psicólogo!, tiene la carrera y un don innato de manipulación, que, afortunadamente, está guiado por la bondad.
A veces se me empequeñece la fe en mí y en los demás.
Pongo en el tribunal de los acusados la buena humanidad y, generalmente, huyo antes de conocer la sentencia.
Otras veces, una mirada transeúnte me anima a levantarme el ánimo.
Casi siempre hay un ángel en el instinto que me identifica, una luz que nutre, una hoguera que protege, un más allá expectante.
Sin el mal no existiría su contrario; así se logra el equilibrio.
...Y no sé si es la excusa razonable para digerir espiritualmente atrocidades que podrían, al menos, ser combatidas a riesgo de fracaso.
Si cada uno nos atendiéramos a nosotros mismos, otro gallo cantaría.
Lo sé pero el mundo es un desajuste improvisado con lágrimas de cocodrilo... ¡Es broma!
¿De qué me sirve pensar si mi acción es nula?
Quiero empezar pronto a trabajar pero con todo el cuidado de mi desconocimiento.
De vez en cuando, tengo miedo del horror humano porque ya no me salen lágrimas y toda su humedad se queda dentro de mí, calándome las emociones, que nunca se cansan de acompañarme.
De vez en cuando, me repito que sólo se vive una vez (esta vida) y salgo a correr por mis sueños.

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