3 de abril de 2006

CARTA XX


Hace un día entrañable para tratarse de un julio mallorquín, aunque realmente es mi primer julio palmesano y no sé si a alguien más, que no sea yo, le provocará algún tipo de sensación de añoranza y ternura...Quizá mi sensación esté íntimamente pactada con la isla blanca, que tanto evoco y tan poco necesito físicamente hoy porque la llevo dentro y no me hace falta ahondar mis huellas, que ya están grabadas desde que nací en toda la espalda de la Dama a la que tú escribiste.
Me encanta perderme en silencio por las calles, donde no me siento que deba nada a nadie y estoy pendiente de todo lo que puedo enviando, como si fuera una pócima infalible, mis mejores deseos a quienes me miran de lleno al corazón, aunque ni siquiera se hayan percatado de mi existencia fugaz.
Esta tarde solamente he bajado a devolver una película y ya me he empapado de emociones silenciosas pero muy sonoras para mi interior.
Si ahora desciendo al papel, dos ancianas cruzaban un paso de peatones en dirección contraria a tres preciosas jovencitas de unos 12-14 años...El choque era precioso...Me habría encantado escuchar el pensamiento de las cinco...Seguramente en lo más profundo de alguna de ellas encontraríamos la añoranza de la juventud perdida hace demasiado o el deseo de ser siempre jóvenes y permanecer tan bonitas...Aunque lo más probable es la inconsciencia de este encuentro entre todas ellas... ¡Qué penita! Tenemos tanto que decirnos unos a otros...y nos desfiguramos la voz con juegos tontos y desvíos incomprensibles...si, al menos, nuestros temores tuvieran cuerpo, pero nos pasamos la vida temiendo... a la crítica social, a la enfermedad, a la muerte, a la soledad, al sufrimiento, al fracaso, al rechazo...
A veces creo que nos olvidamos de nuestra libertad, de unas alas que no hemos agitado casi nunca para no dañar a quienes vuelan, privilegiados y poderosos como si sólo fuese su derecho...
Hay días en los que la esperanza se queda en cama mientras yo intento ordenar mis propósitos en 24 horas...Entonces me cuesta tener apetencias distintas al sueño y a la ignorancia...pero por mucho que aplaste la almohada entre mi cabeza y le suplique un sedante, sé que tiene un efecto limitado...prefiero las lágrimas y las letras, en un cóctel tentador cuya resaca es siempre la deseada: una paz interior, casi oceánica (aunque a veces consigo que en lugar de una sean dos).
Ya no corro...tengo tiempo...el que me conceda el corazón y la vida...
Sé algo...no más miedos ni inseguridades; se me han gastado las búsquedas de los por qués justificantes de las acciones de quien amo...Si me hiere, será el dolor el que hable cuando el llanto o cualquier primer impacto se quede adormecido.
Todos tenemos un pasado...muchos tenemos paréntesis que borrar y sé que ayudaré a quienes estén martirizados por él, mientras pueda y sepa...pero...de quien amo sé lo que espero y si no lo tiene...no es el amor en el que tengo fe.
No temo la soledad, ni el dolor...si hay algún miedo en mi interior, que pueda alterarme, es el riesgo a vivir un engaño que pueda prolongarse demasiado...
De todos modos, lo que no es, siempre, tarde o temprano, deja de tener escudo y máscara.

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