9 de diciembre de 2005

SOLEDAD




A veces uno se siente como esa hojita solitaria, a merced del viento, o la lluvia, o el sol, o lo que la naturaleza te envíe como castigo o bendición, según te encuentres. Sin cobijo ni compañía. Te sostiene y sustenta tu rama, tu tronco, tu raíz. Pero aún así te sientes olvidado. Abandonado. Y seguramente lo has “elegido” tu mismo. Decides vallar tu terreno para que no entren intrusos y al final eres tu el que no sales. No es la soledad de los ascetas que buscan su más profundo interior aislándose de la contaminación exterior, es una soledad a la carta, que nadie me moleste hasta que yo lo diga. Soledad selectiva. La condición humana de ser únicos no nos libra de la necesidad de complementar nuestra individualidad.
Sólo mejor que mal acompañado no debería ser un tópico. Pero muchos elegirían vivir con el mismísimo demonio antes que pasear, comer o dormir solos.
Cuando uno no sabe como estar consigo mismo, como coño puede convivir con otros.

2 comentarios:

Equilicua dijo...

Elegí vivir solo durante mucho, mucho tiempo.

Tanto, tanto tiempo, que poco a poco descubrí que me autoregalaba todos los caprichos, que me toleraba todas las contradicciones, que a falta de contaminación externa había inventado a la autocontaminación.

Me estaba defendiendo del aburrimiento.

Un día, sin querer, me topé con compañía. ¡Qué fácil es convivir y soportar rarezas ajenas después de aguantarme a mí mismo durante tanto, tanto tiempo!

Juan Pérez Escribano dijo...

Me alegra oirlo. Sigo aquello de que "es una locura amar, a no ser que se ame con locura", y sé que también me toparé.