19 de febrero de 2006

CARTA XV


Las horas me van descontando sonrisas....Vivo esperando....Estoy perdiéndome el gozo del instante....No he aprendido a ser independiente de quien me roba día a día el corazón....Creo que a medida que se me descuentan momentos vitales, se fortalecen las ganas de quedarme con una parte de corazón.
Me da pena vivir recatándome las ganas de conocerme en otro ser, en quien he elegido.
Me he visto reflejada en las baldosas de este piso con el miedo de desmedir mis emociones y darles forma amante a destiempo....Qué vergüenza siento ahora, al pensar cómo he sentido....El amor no debe estar jamás asustado. Si tiembla, que sea por el placer inmedible que produce en los límites desbocados del cuerpo. Otro temblor es desatino imperdonable.
No me asusta no saber dónde ir. Sé dónde no volver, si me marcho de aquí, y es un gran triunfo para la continua duda en que trasciende nuestra existencia.
El verdadero pánico latente se encuentra en un rincón más laberíntico del corazón, perder nuevamente una ilusión, una burbuja, un valor derrocado, unos ojos que confundí con los gemelos a mí, un alma que no me ha dado su bienvenida.
Sigo sentada en unas horas que debilitan sus motivos a medida que se acumulan...
Ojalá Luis pensara más en sí mismo, ojalá pensara más en mí....Está obstinado en su lucha y así lo admiro....Cuando descansa, cuando el agotamiento le convence, sólo le quedan esconces para seguir pensando en su deber; no hay un huequito para mirarnos hasta que no amenaza mi alegría con desfallecer.
Conmigo incluye los deberes del día, de la semana,...No me ve. Se le olvida sentir sin demora ni trabas.
Creía que valía la pena estar aquí. Todavía tengo fe.
Debería marcharme ya, antes de que no pueda llevarme ningún equipaje.
Aún no he pensado en la última nota necesaria... o en la necesidad de que no queden letras...
Quisiera correr hacia mis sueños.
Qué fácil es engañarme. Utilizó mis cuentos infantiles para disfrazarse de héroe.
Definitivamente mi rescate es asunto mío. No hay príncipes no machistas, ni sapos convertibles, no hay princesas socorridas, ni castillos que construir. Ha dimitido mi confianza. Se ha ido secretamente, sin nota, ni exigencia de último pago.
Ya no tiene el mismo rostro. Hay en él un desconocido gesto agresor que me desalienta.
El desamor se sentencia con la ignorancia. No puede serme indiferente. Aún le quiero demasiado, pero este sentimiento está de más si no me corresponde y responde a lo que yo deseo.
Quizá exija lo inexistente. Seguiré haciéndolo hasta que sometan mi privilegio de soñar...Mientras tanto, bien acogidas serán las lágrimas y las rupturas porque serán pruebas de la búsqueda insaciable.

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