29 de enero de 2006

CARTA XII


Ahora miro hacia el mundo y me doy cuenta de que hay demasiadas cosas que escuecen, cosas que están supurando continuamente hedientos aromas y putrefactas lecciones en contra del ser humano limpio. Parece que la luz se intoxica con los vapores contaminantes que emiten tantas decepciones humanas. Pero la luz se eleva...y sigue permanente para aquellos que se alcen....Estoy segura...
Sé que la calma interior es como un núcleo que ondea remanso hacia fuera.
Yo la busco. Deseo con todas mis fuerzas descansar de mis locuras ennegrecidas. Apaciguar la amenaza de mis pesadillas y formar parte del equilibrio ilimitado que atraviesa la diminuta vida humana.
Todavía busco a mi amiga tumbada. La llamo desde su muerte vital. Le suplico que venga, como si yo tuviera derecho a pedirle tanto...
Quisiera saberla feliz, llena y junto a mí algún ratito. A veces la presiento...Continuo hablándola, por si acaso sólo soy yo la sorda.
No sé, Juan, la vida tiene razones que el corazón humano quiere entender...pero...

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