LA VIDA EN UN CABLE

Me han dejado dos días sin línea telefónica, no es demasiado grave para mí, de hecho he logrado sobrevivir hasta hace pocos años sin teléfono, y me refiero al teléfono fijo de casa, el móvil entró en mi vida el año pasado por imposición en un trabajo. Siempre he tenido mis propios sistemas de comunicación: mi bicicleta y mis piernas para las cercanías y el coche, lo menos posible, para el resto. Cuando viajo nunca llamo, sólo escribo.
La cosa se complicó un poco desde mi “incursión” en el mundo de Internet, mundo de meigas para mí. Me animó y convenció Jorge para usarlo como instrumento de trabajo cuando dejé la agencia de viajes y me puse a crear mis propias guías y folletos para viajar por el mundo. Reconozco su valía en su justa medida.
Últimamente, con esto del blog, cada día lo uso un par de horas para trasladar lo que mi bolígrafo a escrito a la pantalla de este trasto que sirve transmitir pensamientos y sentimientos a quienes te encuentren y quieran leerte. A su vez yo leo, conozco y constato que hay buenas gentes desparramadas por el mundo. Eludo, como a los anuncios de la poca tele que miro, todo lo que me huele mal.
Lo que me fastidia del tema que aludo al principio, es la impotencia de depender de una maldita red que te pretende conectar con el mundo exterior y que por alguna razón que no sé me han desconectado. Que sea avería técnica, error humano o problemas atmosféricos, ni lo sé ni lo sabré, estamos en sus manos y no hay nada que hacer.
Me habrán conectado cuando leáis esto y nadie me pedirá excusas por los trastornos ni me dará explicaciones por la avería y menos me descontarán lo que corresponda de la factura del teléfono.
¿Denunciar?, que ilusos.